Camin de Garmisch 18

Garmisch / Deustche Alpen Strasse / Alpen Routes / BMWMotorraddays

Para el viaje del verano 2018 escogí ir a los BMW Motorrad Days  de Garmisch-Parterkirchen (os puedo asegurar que cuesta escribirlo bien), ya me tocaba ir después de varios años en cartera y aprovechando la jugada, no estaba mal conocer las carreteras alpinas de peaje de Austria, de las que solo conocía el Grossglockner.

Como siempre, como previo, meses de preparación leyendo crónicas, visitando paginas aquí y allá y toda esta preparación para acabar trazando jornadas maratonianas de moto sin apenas descanso. Vivan los excesos en ruta!

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El primer día, el pesado tramite habitual, aumentado por la mala gana con la que comienzo el viaje, a veces la morriña me puede antes de salir y para sumar hay mucha lluvia prevista para Centroeuropa y no veo escapatoria posible.

Autopista, peajes, obras, peajes, frontera, más obras y más peajes, nacional desde Mont de Marsan a Gignac, cerca de Montpellier. Escogí este destino porque era el camping más cercano a Montpellier con piscina. No fue buena elección. El camping había conocido tiempos mejores hace ya mucho tiempo: la pintura estaba raída, el suelo seco, duro e invadido por las malas hierbas y por miríadas de mosquitos, de entre toda la población del camping, yo era el más joven del camping. No hay motivos para repetir.

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La idea original de alargar tanto el primer día de ruta era pasar lo mas pronto posible por Montpellier y evitar sus atascos. No fue posible. Aparentemente o por lo menos en mi experiencia siempre hay atasco en Montpellier. La única ventaja es que, al pasarlo pronto, no hace demasiado calor. Tomo la autopista de peaje hasta la frontera con Italia con lo que eso supone, reiteradas paradas en cabinas de peaje, repostaje en áreas de servicio espectaculares pero caras. El calor es menor que otras veces, indicativo de lo que va a ser la semana.

En Italia me salgo en la primera salida, la de Ventimiglia y vuelvo a recordar el incivismo motorizado imperante. No lo había echado de menos. Para muestra, una anécdota: detenido en un semáforo de obras, cuando me fui a poner en marcha, antes de finalizar el Check de la moto, ya me estaban adelantando coches por la derecha y por la izquierda…

El asfalto tampoco es una golosina, pero al poco entro de nuevo en Francia, reposto a precios medio razonables y como a la puerta del col de Tende mientras espero a que nos den paso. A partir de aquí todo territorio nuevo, con la consabida demencia circulatorio italiana donde todo está prohibido y todo vale. Nacionales rectas limitadas a 50, prohibiciones de adelantar que nadie respeta, radares sin señalizar en la entrada de los pueblos, indicaciones erráticas y señalizaciones pobres. Tengo que tirar de GPS y aun así me cuesta ir haciendo kilómetros. A ratos el paisaje merece la pena por rural y bucólico, hasta que llego al eje Milán-Torino donde el tráfico se desboca y comienza el show de los peajes. Menudos clavos para llegar a la orilla del Lago di Como…. Pero este lo compensa (casi) todo. La circulación se amansa y fluye por la orilla oeste del lago, supongo que todos estamos cautivados por las vistas. Pocos sitios se me ocurren que me gusten más que este.

Muy al final del día llego al camping de Menaggio, pequeño, bastante ocupado, con pseudoplaya lacustre al lado y cerca del centro del pueblo, donde ceno, veo el partido y cargo los móviles y las pilas mentales para otro día de conducción por Italia.

Observo que hay una ruta turística de los últimos días de Mussolini, que paso huyendo por esta zona. Me la apunto para otro viaje, siempre es bueno tener motivos para volver.

 

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Otro madrugón para seguir bordeando el lago. Paso por Dongo, lugar donde fue exhibido, Mussolini colgado del techo de una gasolinera tras su muerte y sigo camino hacia el Stelvio. La ruta, una vez abandonada la orilla del lago, abunda en pueblos, rotondas y tráfico, haciendose lenta y pesada.

En Tirano, que es la Italia fronteriza con Suiza enfilo hacia el BerninaPass. Durante un pequeño rato compartimos subida y camino con el BerninaExpress con lo cual me toca detenerme en varios pasos a nivel. No es problema, es todo tan bonito que merece la pena parar y respirar. No llego a coronar el puerto ya que me desvío para ir al valle de Livigno. La frontera suiza esta nada más desviarse, cerca de la cima y todavía en Suiza. La aduana italiana está a unos pocos kilómetros, en lo alto de un puerto, el Forcola di Livigno, desconozco el estatus del territorio intermedio.  Al bajar este largo y sencillo puerto hacia el valle se llega al núcleo poblacional, que no dejan de ser casas desperdigadas por el valle con cierto aire de aeropuerto por la cantidad de letreros de Duty Free.El precio de la gasolina enamora, poco más de 1€ por litro.

Salgo del valle subiendo otro pequeño puerto, el Passo del Foscagno con aduana incluida que en su bajada a Bormio empalma directamente con la subida al Stelvio. Por ahora el tiempo acompaña, pero comienzan a arremolinarse nubes negras en las cimas. Se acaba lo bueno…

Subo el Stelvio con gana, sin pausa, siempre me digo que voy a parar en el monumento bélico que hay a media subida y como siempre, no paro.

Una vez arriba continuo hasta el punto donde se sacan mejores vistas de la subida norte, desde el restaurante Tibet.

Apenas me da para sacar unas pocas fotos porque se pone a llover, pero entre que me visto y bajo hasta el propio paso para de llover y procedo a hacer lo que hasta hoy no había hecho, comer una salchichona en el alto, entre tienda y tienda, curioseando y observando a todo el amplio registro de fauna que coloniza el puerto: moteros, ciclistas, esquiadores, campistas, montañeros, etc…

No tiene buena pinta el cielo así que me escapo más pronto de lo que quisiera. Bajo unos kilómetros por donde he venido para entrar en Suiza por el UmbrailPass, que es apenas una corta subida desde la curva de la Casa Cantoniera y luego todo hacia abajo en un descenso prolongado. No es en absoluto como lo recordaba, en esta nueva realidad es más estrecho y peligroso pero afortunadamente ya no hay tramo de tierra.

El paso por Suiza apenas alcanza 18kms y ya estoy de nuevo en Italia desvíandome hacia el ReschenPass. El tráfico es numeroso, hay largas colas de coches y camiones, no en vano este puerto es de los fáciles para entrar en Austria. No me entretengo ni para echar una foto al campanario situado en el lago, las nubes negras lo cubren todo y ya empiezan a caer las primeras gotas de lluvia deslavazadas, con el asfalto húmedo por lluvias anteriores.

En Kauns me desvío para hacer la Kaunertaler GletscherStrasse. Ya solo por el trayecto hasta la cabina de peaje merece la pena la ruta, pero al llegar comienza a lloviznar y eso me hace sospechar, pregunto en taquilla y me muestran la imagen de la cámara que hay en el glaciar, no se ve ni para cantar, así que dejo la visita para otra ocasión. Y hago bien porque apenas comenzado a desandar el camino comienza a llover con fuerza, tanta que me tengo que guarecer en un soportal, vestirme de lluvia y comprar la viñeta austriaca para autopista para alejarme pronto de la zona tormentosa.

Cambio de valle, pero la situación no mejora demasiado, llueve por doquier. Además, nada más entrar al valle de Ötzal leo con sorpresa que el Timmelsjoch, uno de los hitos del viaje, está cerrado. Hay una buena oficina de información donde me informan que hay un desprendimiento y la carretera está cortada. Amablemente me buscan alojamiento, aunque yo luego por mi cuenta logro encontrar algo más económico y mejor. Está el ambiente demasiado húmedo para acampar y la tienda demasiado nueva como para fiarme de su impermeabilidad.

Acabo durmiendo en la Haus Gamblick, un alojamiento austriaco absolutamente recomendable. En un pequeño pueblo con una veintena de casas, suficientemente alejado de la carretera principal como para no oír ruido alguno. No hay bar ni nada más que hacer que dar un pequeño paseo hasta la capilla y vuelta, suficiente para reconciliarse con el mundo, La casa esta recientemente renovada, todo es madera maciza y tranquilidad, ceno tranquilo en la habitación viendo futbol y espero al nuevo día que abra el Timmelsjoch.

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El día amanece como atardeció el anterior, sospechoso de lluvia en cualquier momento. Me zampo un copioso desayuno y me pongo en ruta, pero hacia el sur porque me huelo que el puerto sigue cerrado. Pregunto en información turística del primer pueblo que cruzo y me confirman que seguirá cerrado por unos cuantos días así que cambio de plan y cojo nueva dirección hacia un puerto que no iba a hacer pero que tenía localizado para otro viaje futuro: Kühtaisattel. Comienza con una subida vertiginosa para alejarse del valle y luego continua por un paisaje idílico, en ligera bajada hacia el valle central que vertebra todo el oeste de Austria. Rodeo Innsbruck para llegar al valle de Zillertal, aquí también hay otra carretera de peaje alpina, pero decido saltármela dada la previsión del tiempo y continuar camino vía el GerlosPass, también de peaje. La parte oeste no deja de ser una carretera normal bien mantenida, pero una vez pasada la garita de peaje (6€) se inicia un descenso de curvas amplias y rápidas que sería apasionante si no fuera por las vistas que me piden que baje a puntita de gas. No en vano esta carretera desemboca en las cascadas Krimml. Las vistas de lejos son gratis, de cerca hay que pagar entrada, pero tienen un emporio turístico bien montado, con todo tipo de instalaciones y aparcamientos con todas las comodidades. En particular el de motos tiene taquillas gratuitas para dejar los cacharros. Y eso hago, para darme un ridículo paseo hasta que compruebo que, efectivamente, todo es de pago.Conforme sigo ruta se alternan los chaparrones con un sol espléndido, lo mismo me tengo que refugiar bajo cualquier techado que ahogarme de calor con la ropa de lluvia. Ya puestos decido continuar camino hasta Berchtesgaden con ánimo de asegurar la visita al Nido del Águila. El último tramo de Austria es sencillo, tanto que antes de darme cuenta ya estoy en la frontera alemana y sin haber repostado a tiempo. Comienzo a recorrer la Deutsche AlpenStrasse, muy bien indicada, que se sumerge hacia el valle de Berchtesgaden mediante un carrusel de curvas en bajada. Llego al pueblo, como y pierdo un rato de tiempo en información turística. Viendo que está el tiempo bueno hago la Rossfeld PanoramaStrasse (6€, la entrada es un poco bizarra, en la caseta se paga en monedas, para pagar con tarjeta hay una marquesina, y aquí no dan pegatina…)

 

Casi es más divertida la carretera que sube hasta ella que la propia carretera panorámica, ya que una es excitante y la otra panorámica. Las vistas desde esta son impecables, a un lado el valle de Berchtesgaden y al otro la inmensa planicie de Austria, es como estar en el balcón final de los Alpes. De bajada las nubes se arremolinan ennegrecidas, desatándose la lluvia mientras busco camping, así que reoriento mi destino y acabo en una casa de huéspedes centenaria de decoración rancia, terriblemente triste y tenebrosa: Animales disecados, alfombras añosas, paredes de madera con cuadros decimonónicos, papel floreado en las paredes.  La dueña, muy anciana, no parece hablar el mismo alemán que estudié yo asi que nos malentendemos por señas. Todo sea por la habitación a 35€ con desayuno. El baño esta aparte y la ducha insertada de mala manera en otra habitación.

 

 

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El desayuno es copioso pero rápido, quiero llegar al primer autobús de subida al Nido del Águila. El centro de recepción de visitantes está a unos kilómetros de Berchtesgaden. Toca pagar el parking (3,5€ para motos, 2 con descuento), aunque no parece haber vigilante alguno. La subida en bus es cara, 16,5€ pero impresiona, va recorriendo la monumental carretera original que serpentea por la montaña. Si se hace a pie la subida es gratis, lo dejaré para otra ocasión. Luego la casita en si no es nada del otro mundo pero por su situacion en un lugar imposible, colgada sobre el valle de manera casi inexplicable, merece la pena la visita.

 

La bajada desde el centro la hago por otro camino hasta el lago Kostanz, otro lugar bucólico, pero también de pago, lo único gratis son las taquillas para dejar las cosas.

Avanzada ya la mañana me pongo en camino hacia Garmisch por la Deutsche AlpenStrasse. Como carretera es memorable, toda una delicia formada por una secuencia de paisajes de ensueño y curvas de escándalo, que va serpenteando alejándose y acercándose a las montañas. Cruza pueblos muy bávaros, con sus iglesias, sus casas coloridas y sus palos decorados, equivalentes a las h.ogueras asturianas. Está mejor señalizada que la Route des Cols y es ruta sencilla. Cuando comienzan a caer las primeras gotas ya cerca de Bad Tolz decido irme a Munich a ver el museo BMW. BMWWelt no lo puedo visitar, está demasiado lleno por un evento. El museo BMW deja bastante que desear, parece habérsele quedado pequeño hace ya unos cuantos modelos. De todos los museos automovilísticos, éste me parece el peor, los 7€ de entrada me parecen mal pagados.

Visto el plan de lluvia que hay, descarto mi idea de ir de camping y reservo una de las ultimas camas del hostel den Athleten. Al llegar, la lluvia es inmisericorde, el pueblo está a rebosar de motos pero todas aparcadas y bajo refugio, no hay quien pare bajo el agua así que me instalo en el hostel y me hago fuerte mientras veo llover incesantemente, incansablemente.

Como este es un hostel de invierno, con vista directa al salto de ski, tiene una amplia habitación de skies que viene de lujo para colgar la ropa mojada y dejarla secar por días.

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La noche es una manta de lluvia, al igual que todo el santo dia, así que ni hablar de moto, voy caminando hasta el evento por una senda de las apreciadas por jubilados.

La concentración a grandes rasgos, es exactamente igual que la española pero evidentemente más grande, como una réplica a escala mayor. Mas marcas, más actividades, más puntos de interés, pero con el día que hace, no hago más que visitar y revisitar los stands para refugiarme de la lluvia. Echo en falta algunos fabricantes generalistas de ropa y cascos y me sobra tiempo para leer, recoger pegatinas y publicaciones varias, ver partidos del mundial, subirme en todos los modelos expuestos, probarme ropa y deambular por ahí como perro sin amo. Por lo menos comida hay de sobra, varios menús, pero todos alemanes y a precio de aeropuerto.Los stuntman se aplican sobre la superficie mojada, pero de donde no hay, no se puede sacar. La atracción mas interesante es el llamado Muro de la Muerte, un cilindro de madera donde corren motos clásicas en equilibrios desafiando la gravedad. Es brutal, el ambiente es excitante, gritos, olor a gasolina, aceite y madera, ruido de motores y desprecios a la gravedad, poco más se puede pedir.

Ya solo por el concierto de la noche, los Bogus Brothers, merece la pena haber viajado hasta aquí, menudo espectáculo dan con la carpa, entregada, a rebosar, evidenciando un sobrado manejo de las tablas. Por su culpa, yo me acuesto muy tarde.

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Cuando me pongo en marcha a la mañana siguiente, sigue lloviendo con la promesa de terminar en breve, pero yo ya estoy harto de agua, cruzo la frontera hacia Austria y recorro un rato la frontera por la parte sur. Por alguna extraña razón, el tráfico es muy intenso, llegando a convertirse en un largo atasco en sentido opuesto al mío. Vuelvo a Alemania para reemprender de nuevo la carretera de los Alpes alemanes. En esta parte sigue siendo entretenida, pero está lejos de la diversión de la parte este. Finaliza en el lago Boden, desde donde muerdo un rato de selva negra y finalizo en Basilea, donde, como siempre, me acogen de manera maravillosa…

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La vuelta a casa comienza saliendo de Basilea hacia el parque natural du Doubs, pero por el camino me pierdo sin pena alguna por mi parte ya que así recorro deliciosas carreteras que desembocan en una pequeña y abandonada frontera francosuiza. Desde ahí, algo de turismo rutero para alcanzar la vía rápida que llega hasta Angouleme, a tiempo de ver cómo me cierran la piscina del camping en las narices, cosas de llegar con el tiempo justo. Me lo apunto para otra visita próxima.

 

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La parte final del viaje se hace eterna como siempre, peajes, autopista, obras… Ahora si hace calor y no hay rastro de la lluvia, asco de vida. Por entretenerme un rato más, hago la parte más espectacular de la carretera de la costa vasca, la N-634. De ahí para casa, lo habitual, tedioso como toda autopista conmigo maldiciendo la mala suerte meteorológica que he penado durante medio viaje. Por lo menos todo acaba bien, lo cual es siempre motivo de celebración.

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